¿Y si muere el TMEC?

LAS MÁS IMPORTANTES DE HOY

2. ECONOMÍA INTERNACIONAL

Los últimos datos laborales en Estados Unidos reforzaron el viejo patrón de “malas noticias para el empleo, buenas noticias para las bolsas”. El informe de la firma ADP (empresa privada que elabora un reporte mensual de nómina con datos de millones de recibos salariales y que se usa como indicador adelantado del mercado laboral estadounidense) mostró que las empresas privadas recortaron 32.000 puestos en noviembre, frente a la expectativa de crear 40.000 plazas, la mayor caída desde marzo de 2023 y con un impacto concentrado en pequeños negocios. Para los mercados, este deterioro es una señal de que la economía se enfría y aumenta la presión sobre la Reserva Federal (banco central de Estados Unidos) para comenzar a bajar la tasa de interés. Las probabilidades implícitas en los mercados de futuros ya asignan cerca de 89% de posibilidad a un recorte de 0.25 puntos porcentuales el 10 de diciembre, frente a 83% hace una semana y 66% hace un mes, impulsando a los principales índices bursátiles a niveles cercanos a máximos históricos.

El contexto es el de una economía en “K”: mientras el mercado laboral se debilita y los pequeños negocios resienten, en parte, el impacto del reciente cierre de gobierno, los grandes activos financieros se benefician de la expectativa de crédito más barato. El dato de ADP se suma a una tendencia de enfriamiento gradual del empleo durante 2025, que probablemente se confirmará con el próximo reporte oficial del mercado laboral. Al interior de la Reserva Federal, este tipo de cifras está inclinando la balanza entre quienes priorizan controlar la inflación y quienes se preocupan más por el empleo; el movimiento reciente de los mercados sugiere que una parte de los miembros más restrictivos podría aceptar pronto el argumento de que ha llegado el momento de iniciar recortes de tasas para evitar un enfriamiento más profundo de la economía. (OBD)

En las negociaciones recientes del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC), el presidente Donald Trump ha elevado la presión comercial al anunciar, el 3 de diciembre de 2025, que permitiría la expiración del acuerdo en 2026 sin una prórroga inmediata, o bien, que buscaría renegociarlo por completo para corregir lo que considera desventajas para Estados Unidos. Esta postura se inscribe en el proceso de revisión programado para julio de 2026, cuando los socios deberán decidir entre extender el tratado por 16 años o someterlo a revisiones anuales, y se relaciona con acciones previas como la revocación de 13 rutas aéreas mexicanas en octubre de 2025, interpretada como una estrategia de presión ante supuestos incumplimientos en aviación y aduanas.

El gobierno de Claudia Sheinbaum ha respondido con cautela, preparando propuestas anticipadas y destacando que, a pesar de los aranceles selectivos, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos crecieron 6% en 2025, lo que demuestra la profunda interdependencia regional. La posible cancelación o expiración del TMEC supone un riesgo considerable para la estabilidad comercial de América del Norte y podría desencadenar aranceles de 25% o más sobre productos mexicanos y canadienses, con efectos directos en los costos para consumidores e industrias, y un incremento del déficit comercial estadounidense, que superó los 171 mil millones de dólares frente a México en 2025. Especialistas advierten que esta estrategia proteccionista, motivada por preocupaciones sobre migración, fentanilo y desequilibrios comerciales, amenaza con fragmentar cadenas de suministro clave —particularmente la automotriz— y desalentar la inversión, con estimaciones de pérdidas anuales de hasta 180 mil millones de dólares para México si el acuerdo se rompe. No obstante, la prórroga arancelaria de 90 días otorgada en agosto de 2025 abre una ventana para retomar el diálogo trilateral y avanzar en reformas de propiedad intelectual y estándares laborales que reduzcan el riesgo de una confrontación que golpearía sobre todo a las economías más dependientes de la integración regional. (Diversas fuentes)

Inteligencia News Sensei: Si el TMEC se cancelara sin un acuerdo sustitutivo ordenado, el escenario más probable para México sería un “aterrizaje desalineado”: desaceleración económica e incluso recesión, periodo de 2 a 5 años de alta incertidumbre, en el que muchas exportaciones pasarían a regirse por reglas de la Organización Mundial del Comercio, con aranceles más altos y procedimientos aduaneros más engorrosos. El impacto inmediato se concentraría en manufactura automotriz, autopartes, electrónica, agroindustria y textil, con reubicación parcial de cadenas de suministro hacia Estados Unidos y otros socios con acuerdos más estables. El peso enfrentaría episodios de fuerte presión, se encarecería el costo de capital para empresas exportadoras y habría un freno en nuevas decisiones de nearshoring, sustituidas por una estrategia más prudente: ampliar plantas ya instaladas, pero diferir inversiones de gran escala hasta tener un nuevo marco jurídico. Estados Unidos seguiría necesitando a México como proveedor cercano y competitivo, pero aprovecharía el vacío del tratado para negociar caso por caso, sector por sector, desde una posición de fuerza.

A mediano plazo, la ruta más verosímil sería una “re-regionalización fragmentada”: México se vería empujado a construir un mosaico de miniacuerdos y protocolos bilaterales con Estados Unidos y Canadá en sectores críticos (automotriz, energía, agro, farmacéutico, semiconductores), complementados con una mayor apertura hacia Europa y Asia para compensar parte de la pérdida de certidumbre en América del Norte. El costo de transición sería elevado: pérdida de empleos formales en algunas regiones industriales, litigios de empresas bajo mecanismos de protección de inversiones previos y presión fiscal por menor actividad exportadora. Sin embargo, difícilmente se rompería la lógica de fondo: la geografía y la integración productiva acumulada obligarían a los tres países a reconstruir, de facto, un marco de cooperación comercial, aun sin llamarse TMEC. Para México, el desenlace más plausible no es un aislamiento completo, sino un reordenamiento más incierto y asimétrico, donde el país conserva su papel manufacturero, pero con menos garantías, más volatilidad y la necesidad urgente de diversificar mercados y sofisticar su base productiva para no quedar atrapado como simple maquilador de bajo margen.

El salario mínimo en México aumentará 13% en 2026, quedando en 315 pesos diarios —unos 9,586 pesos mensuales— a partir del 1 de enero; en la Frontera Norte el alza será de solo 5% por los niveles salariales ya elevados. Aunque el gobierno asegura que no tendrá efectos inflacionarios, analistas y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos advierten que el mayor riesgo es un incremento en la informalidad si la productividad no crece al mismo ritmo: con cuatro meses consecutivos de caída en el empleo formal, muchas empresas podrían preferir pagar por fuera para evitar costos adicionales. La economía mexicana celebra recuperaciones salariales históricas, pero arrastra un problema silencioso: la productividad laboral cayó 6.6 por ciento desde 2017 mientras la informalidad —que abarca a más de la mitad de los trabajadores— limita el acceso a capital, tecnología y capacitación; sin una agenda seria para elevar la eficiencia productiva, el aumento de costos laborales presionará a pequeñas y medianas empresas y el país desperdiciará la oportunidad del nearshoring, trabajando más para producir proporcionalmente menos. (FIN)

El acercamiento entre Estados Unidos y China está abriendo una breve ventana de oportunidad para que aliados occidentales reconstruyan vínculos con Beijing. Reino Unido, Francia y Alemania preparan visitas oficiales para impulsar comercio, atraer capital chino y rebajar tensiones políticas, mientras Xi Jinping busca apoyo europeo en su disputa con Japón y proyecta influencia global al anunciar ayuda de 100 millones de dólares para la reconstrucción en los territorios palestinos. Sin embargo, persisten cautelas y límites claros: Londres mantiene reservas por motivos de seguridad nacional, París presiona a Beijing respecto a Ucrania y la cuestión de Taiwán sigue siendo la línea roja que podría deshacer cualquier deshielo diplomático. (BBG)

La República Democrática del Congo busca firmar hoy un acuerdo de cooperación en minerales e infraestructura con el gobierno de Trump, como parte de una serie de pactos orientados a poner fin al prolongado conflicto en el este de este país africano rico en recursos. (BBG)

Un nuevo índice de seguridad elaborado por el Future of Life Institute (organización que promueve el desarrollo responsable de tecnologías avanzadas) evaluó a ocho grandes desarrolladores de inteligencia artificial mediante encuestas técnicas, auditorías externas y pruebas estandarizadas para medir control, transparencia y riesgos de daño. Los resultados fueron preocupantes: desde C+ hasta reprobados, incluso en el aspecto clave de mantener bajo control a sistemas cada vez más potentes. Ni siquiera los líderes —Anthropic, OpenAI y Google DeepMind— lograron notas altas, mientras admiten que el riesgo de fallos catastróficos podría ser de hasta uno en tres casos. Otras empresas, como xAI, Meta y varias firmas chinas, obtuvieron calificaciones aún más bajas por debilidad en sus protocolos y modelos incapaces de evitar daños graves bajo pruebas controladas. Los evaluadores alertan que hay una brecha constante entre la ambición de construir sistemas superinteligentes y la ausencia de medidas verificables para garantizar su seguridad, en un contexto en el que regulaciones como las de la Unión Europea y California avanzan más rápido que las salvaguardas corporativas. (Quartz)

Inteligencia News Sensei: La inteligencia artificial funciona hoy como el gran motor de la economía estadounidense: un ciclo autosostenido de chips, datos y energía que impulsa inversiones masivas y una “guerra de capital” sin precedentes, donde las corporaciones compiten por construir centros de datos, modelos más potentes y ventajas estratégicas antes que sus rivales. En ese contexto emergen cuatro preguntas críticas: el impacto real sobre el empleo juvenil, el dilema entre acelerar o frenar su desarrollo mientras China avanza sin pausa, la fragilidad de una economía que depende casi por completo de una sola tecnología y la falta de estándares comunes para evaluar, con rigor, sistemas que pronto tomarán decisiones sensibles en salud, finanzas o selección de personal.

La evidencia más reciente apunta a un mercado laboral partido en dos: tareas basadas en información y procesos técnicos, como programación o análisis de datos, están cada vez más expuestas a la automatización, mientras trabajos con contacto humano o destreza física permanecen relativamente a salvo. Al mismo tiempo, científicos y reguladores advierten sobre una brecha peligrosa: la industria avanza con enorme ambición, pero sin mecanismos transparentes y verificables de control. La paradoja es que el sector que más habla de superinteligencia es el que menos claridad ofrece sobre cómo medir y garantizar su seguridad. La pregunta de fondo, aún sin respuesta, es cuánta energía —económica, política y social— estamos dispuestos a seguir asignando a una tecnología cuyo poder crece más rápido que nuestra capacidad para entenderla y gobernarla.

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Esta semana:

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